Marcelo

Luego del curso tuve que viajar a Mendoza, y el gran desafío era no tomar la “pastillita” para bancármelo.
En el viaje de ida dejé la droga en el bolsillo y me la banqué muy bien. Sobre todo porque fue un viaje muy tranquilo. En la vuelta, la historia cambió. Teniendo en cuenta la experiencia de ida, la pastillita volvió a quedar en el bolsillo y encaré el viaje…
Ya desde la salida, la turbulencia se hizo sentir. A partir de allí, apliqué los métodos del curso (respiración, las turbulencias no duran más de cinco minutos, Mendoza tiene turbulencias por la cercanía con la cordillera, etc.) y la fui sobrellevando.
A mitad de camino, otra vez se movió (y fuerte) y ya me estaba quedando sin buenas razones. Una azafata que llevaba el carrito con la comida se cayó sobre un asiento y el piloto anunció “zona de turbulencia”. Continué con las prácticas de relajación (a esa altura parecía una parturienta) y también lo llevamos para adelante.
Cuando llegamos a Buenos Aires, nos esperaba una tormenta de la hostia para recibirnos. Cerré los ojos, respiré y finalmente aterrizamos.
Dato importante: nunca pensé que nos íbamos a caer. Pero la verdad que estuve bastante incómodo. Igualmente, la semana que viene me voy a Córdoba… y sin pastillas…
Muchas gracias por el curso… Creo que de alguna manera permite sobrellevar el mal trago.

Marcelo
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